sábado, 29 de diciembre de 2012

En vísperas del 2013

Prácticamente se acabó 2012, fue un año terrible, de zombis, de dictaduras agónicas, de enfermedades extrañas, de países en quiebra, de realidad y fantasía mezcladas, ¡de fin del mundo! Afortunadamente, aquí sigue la raza humana, que por si las dudas, ya anda buscando planetas similares a la Tierra. El tiempo voló, llovió mucho, y ahora solo queda... desearle a todos un feliz año nuevo.

martes, 4 de diciembre de 2012

El salón de la planta alta

(El siguiente relato corresponde al sueño que tuve en la madrugada del 4 de diciembre del 2012.)

En la isla frente al pueblo Zare, al borde de unos acantilados en la playa, una villa conformaba un conjunto compacto de edificaciones mirando hacia el mar, arrebatando un fragmento de tierra a la selva autóctona.

Los edificios eran blancos, de varios pisos, casi sin ventanas, y sus  fachadas recordaban mucho a un insulae romano. La villa era un recinto de exposiciones y eventos... Un día fui invitado a ese lugar a dar un discurso.

No recuerdo que transporte utilizaron en el pueblo Zare para llevarnos a la isla - a los ponentes y al público - , tal vez fue un ferry o un tren subterráneo...
Una vez en el simposio, los organizadores instruyeron a los presentes acerca de la dinámica del ciclo de conferencias y sobre el reglamento interno de la villa, el cual enfatizaba la recomendación de no ingresar a la zona selvática de la isla.

Al caer la noche, me escabullí por una de las puertas traseras del edificio y me interné unos metros en la vegetación de allá afuera. A los pocos minutos de explorar un estrecho sendero me dí cuenta, espantado, que una simple lámpara de bolsillo no podría revelar los potenciales peligros ocultos en la oscuridad verde: - ¿Qué era ese sonido semejante a una voz susurrando entre la hierba? ¿Una alucinación? No supe. Y cuidando que no me siguiera ni la fauna ni la flora del lugar, caminé sobre mis pasos para regresar al interior del edificio.

Las pláticas se realizaban simultáneamente en diferentes salones y el público debía revisar el programa y decidir a cuál expositor atender en vivo. De cualquier manera, los temas de la conferencia eran videograbados y los asistentes podían disponer del material archivado cuando quisieran.

Fui invitado a participar en el evento para dar una charla sobre la teoría de las representaciones sociales:
 - La información se encuentra dispersa, por eso hay varios métodos para recolectar... - Empecé a exponer mi tema cuando un alboroto estalló entre la multitud. Un auxiliar del evento se aproximó a mí desde uno de los costados del podio y me informó: "En la sala contigua, un poeta famoso ha sufrido un desmayo, lo que ha generado inquietud en el público". En el momento preciso en que el poeta mencionaba un pasaje atribuido a un cierto Benodetti (1), que decía más o menos: "... Es permitido por Dios'", su voz fue interrumpida y, al instante, colapsó inconsciente.
Mí  asistente y yo corrimos hacia la sala donde se oían las voces preocupadas de la gente. Al llegar allí, presencié cómo un individuo se acercó al hombre que estaba tendido en el suelo. Luego, volteó hacia mí durante un par de segundos y finalmente me hizo una pregunta::
- ¿Está familiarizado con la realización de una traqueostomía?" Respondí que no era necesario realizar eso, ya que el individuo en el suelo no mostraba signos de obstrucción en las vías respiratorias, sino más bien de envenenamiento, ya que su color era notablemente extraño. Momentos después, el enfermo fue retirado de la sala. Y si no sobrevivió, seguro sus admiradores van a echar de menos esos extraños poemas escritos sobre figuras de papiroflexia (2). De alguna manera, comenzó a circular el rumor de que el señor poeta, desafiando todas las advertencias, había salido a pasear por la selva y allí quedó expuesto a algún animal o planta venenosa. Medité acerca de mi propia caminata sigilosa allá en el exterior..

En medio del desconcierto, un grupo de personas se apartó del barullo del área de conferencias y se dirigió una sala en el segundo piso. Murmuraban sobre la llegada de unos "visitantes" (pronunciaban enfáticamente la palabra "visitantes"). Seguí a esas personas y subí junto con ellas al salón de la planta alta, y ahí estaba la visita sentada a la mesa, en la semi penumbra, eran dos individuos: uno de ellos lucía un traje gris oscuro; y el otro - ¿era una mujer? -, llevaba un vestido gris con detalles en naranja y un sueter tejido verde con amarillo azufre. Ambos presentaban una apariencia sauroidea con un patrón de colores que vagamente recordaba al monstruo de Gila. Su boca era similar a la de un pez, y sus ojos miraban directamente al frente, como los de los primates, ¿o tal vez como los de las personas?

Experimenté una extraña somnolencia y en un instante estuve convencido de que los "extraños" eran tan nativos de este mundo como tú o yo. Pronto, el trance se disipó y pude percibir que estos seres, de alguna manera sutil, insinuaban la idea de que todo estaba ocurriendo dentro de los límites de la normalidad, cuando en realidad no era así; los visitantes distaban mucho de ser normales.

También noté que la pareja contaba con el apoyo de simpatizantes en el lugar, quienes los ayudaban a pasar desapercibidos o a reunirse con otras personas. Pensé que podría resolver mis dudas si me aproximaba lo suficiente a la mesa de los visitantes y escuchaba las conversaciones que mantenían con sus amigos. Luego, en el momento adecuado, haría las preguntas necesarias... Me dirigí hacia ellos y en el camino noté cómo sus rostros iban transformándose en semblantes humanos, incluso desarrollaron cabello. Por breves momentos, mostraron una apariencia general juvenil. ¿Camuflaje, tal vez? Más tarde, se levantaron de sus asientos, continuando su transformación, como si ajustaran detalles. En cuestión de segundos, la edad que aparentaban al principio comenzó a aumentar; el cabello oscuro se volvió canoso y la piel lisa se arrugó, hasta que adquirieron el aspecto de adultos mayores. Cuando intenté abordar a los "extraños", estos ya se estaban alejando apresuradamente hacia otra habitación, siempre en compañía y rodeados por sus seguidores.
FIN.

Notas:

(1) Benodetti (sic), la frase que se le atribuye y (2) el poeta y sus poemas en figuras de papel son producto de la fantasía del autor de este relato, cualquier semejanza con hechos o personas de la vida real es mera coincidencia.

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