- Ismael, suelta a la señora. ¿Para qué la abrazas?
- Disculpe, señora María, me asustó el trueno. Ya en el camino de regresó a Tijuana, Ismael comentaba:
- ¡Qué relámpagos tan espantosos los de Juárez! – y yo estuve de acuerdo, y observé:
- En Tijuana la lluvia se lleva casas, árboles y carros, pero los truenos… oye, ni siquiera me acuerdo si caen relámpagos allá. En fin, no vas a negar que el trueno que escuchamos en casa de María C deberíamos convertirlo en un icono del presagio, un símbolo de esa parte del destino de la cual no somos dueños... Tú me entiendes.
-Ya vamos a pasar por la Rumorosa.- Dijo Ismael, y recordé:
-La vez pasada logré contar como cien carros en el fondo del precipicio, a ver si en esta ocasión logro tomar una buena foto.- Y preparé la cámara. La lluvia se detuvo, mis recuerdos amainaron y ahora, ¿tengo frío? ¡Voy a buscar una fonda donde pueda tomar una taza de café caliente! ¡Faltaba más!..